Desde que el coronavirus llegó a nuestros hogares, la pandemia ha cambiado nuestro día a día, revolucionando nuestras vidas. Desde los más pequeños hasta los más grandes, a todos nos ha supuesto un cambio emocional evidente, ya sea en mayor o en menor medida. Pero si nos centramos en los niños, ellos son los que han sufrido un shock más grande y los que, en cambio, mejor se han adaptado en general a esta nueva normalidad en la que vivimos.
Este año la famosa “vuelta al cole” ha sido igual de especial que otros años, pero ha estado claramente marcada por unas medidas de distanciamiento social a fin de evitar el contagio de la COVID-19. Los pequeños han sido los que menos se han quejado de los nuevos hábitos y las nuevas formas de relacionarse, que van desde la nueva comunicación online hasta la rutina de mantenernos separados y no tocarnos ni besarnos para saludarnos.
El acoso en las aulas
En primer lugar, hay que definir qué es el acoso escolar o el bullying de forma concreta. De este modo podemos decir que son los daños tanto físicos como psicológicos que sufre un niño o niña de forma continua, reiterada e intencionada por parte de otro compañero o de un grupo de ellos cuando se encuentra en el colegio.
Los recreos con el coronavirus ya no son lo que eran, ni tampoco las clases de educación física. Ninguna en general, cabría decir. La COVID-19 ha alterado el día a día de los más pequeños en las aulas. De hecho, desde septiembre de 2020 se ha observado que se está produciendo un nuevo tipo de acoso escolar o bullying relacionado con el virus.
Este curso hay que hacer un especial hincapié y tener una mayor cautela con el alumnado que tenga o que haya padecido el coronavirus, así como con aquellos que hayan tenido acercamiento con alguien que ha dado positivo y que no lo quieran contar o sufran acoso escolar por ello. Un obstáculo más que se suma a todo los demás aspectos contra los que hay que luchar en las aulas cotidianamente.
El miedo, la incertidumbre y los cuidados que tiene que tener esa persona hasta que finalmente pueda dar negativo por COVID-19 en una de las pruebas es una carga más que suficiente y también un alivio, pero la tranquilidad dura poco cuando llegan los mensajes y para que la persona que ha padecido esta enfermedad no vaya al colegio por temor a que lo propague o le digan directamente que no se junte con el resto de niños en clase porque va a infectar a todos.
Ya son varios los centros los que han activado los protocolos COVID- 19 enfocados en el concepto de la tolerancia. Una serie de procesos que se basan en dejar de pasar por alto que alguien haga sentir inferior a otro por el hecho de haber dado positivo. Para ello, se centran en hacer ver a los alumnos la presencia del virus en cualquier ámbito de sus vidas y en hacerles entender que es mucho más recomendable intentar mejorar la convivencia con la persona que lo ha sufrido.
Por otro lado, en este nuevo y delicado contexto escolar, también se ha puesto el foco sobremanera en el concepto de empatía, donde no prima el clásico dicho de “no tratar al otro como no te gustaría que te tratasen a ti”, sino de pensar cómo se debe de sentir la persona que lo ha padecido y actuar en consecuencia ante un hecho que podría sucederle literalmente a cualquier niño o niña.
En definitiva, podemos afirmar que, aunque los niños y las niñas en las aulas y, en general, en su día a día son los que con más facilidad han adoptado las medidas de distanciamiento social al igual que los nuevos hábitos en esta nueva normalidad, hay, sin embargo, un factor, el bullying o acoso escolar en las aulas, que se ha acentuado más si cabe a causa de la COVID-19 y ante el que todos —profesores, padres y estudiantes— podemos y debemos actuar.
FORMACIÓN RELACIONADA: Curso de Prevención y Atención del Acoso Escolar