Históricamente la emoción se ha concebido como lo contrario a la razón. Durante muchos años y, tanto en los ámbitos educativos como en el ámbito laboral se ha impulsado el pensamiento racional sobre el pensamiento emocional. Sin embargo, en el cerebro residen tanto la mente racional, relacionada con la capacidad de emitir pensamientos de forma lógica y analítica como la mente emocional, encargada de los sentimientos e impulsos.
Cuando se empezó a cuestionar por qué personas que académicamente obtenían resultados muy satisfactorios, es decir, tenían una mente lógico-racional muy desarrollada no conseguían el éxito personal y profesional esperado, y viceversa, la parte emocional de nuestro cerebro comienza a cobrar importancia. De hecho, se ha comprobado que el éxito profesional y personal en la vida depende en un 20% del cociente intelectual y un 80% de la inteligencia emocional.
Teniendo en cuenta que, al igual que ocurre con la inteligencia lógica-racional, la inteligencia emocional no es algo estático sino que se desarrolla a lo largo de toda la vida, la educación emocional debe ser una parte esencial de la educación de cualquier persona, y en especial, de los niños. Así, el grado en que una persona sea capaz de reconocer, entender y manejar sus emociones así como reconocer, comprender e influir en las de los demás será decisivo para determinar su éxito profesional o académico y personal.
¿Qué beneficios aporta la educación emocional?
Ajuste psicosocial
El déficit en ciertas habilidades como el manejo de conflictos, la gestión del estrés, el control del impulso, la empatía o la autoestima son causas de problemas de inadaptación social. Y, aunque la mayoría de las situaciones de inadaptación social se originan por factores de riesgos ajenos al ámbito educativo como la pobreza, los entornos sociales o familiares deprimidos,… la educación emocional puede proporcionar habilidades personales que sirven como factor protector.
Incremento del rendimiento académico
Ya que la capacidad de reconocer nuestros propios estados afectivos y poder compensarlos de manera activa nos permiten romper bloqueos cognitivos como el nerviosismo, la ansiedad, la falta de motivación, las expectativas desajustadas,… Por ejemplo, imaginemos el caso de un opositor no tan bien preparado para la prueba como otros candidatos pero que, gracias a sus habilidades interpersonales y su grado de autocontrol emocional, sabe y puede comunicar y conectar con el tribunal que le está examinando. Además, a nivel individual una persona aprende más y mejor cuando está motivado, cuando siente emociones positivas en torno a su aprendizaje y, por tanto, estimular emociones positivas implica mejores resultados cognitivos.
Además de a nivel individual, la educación emocional se relaciona con el éxito escolar a través de las conductas disruptivas en clase. A menores niveles de inteligencia emocional mayores niveles de impulsividad y peores habilidades interpersonales y sociales lo cual favorece el desarrollo de conductas disruptivas y comportamientos que dificultan el proceso de enseñanza-aprendizaje y el buen funcionamiento del grupo escolar. Se ha demostrado que aquellos alumnos con pocas habilidades emocionales están más desajustados en la escuela mostrando una actitud negativa tanto hacia los profesores como al colegio comprobándose que cuando falla el clima del aula y hay un ambiente de disrupción disminuye el rendimiento y aumenta el fracaso escolar.
¿Sabías que la educación emocional también influye en la salud física? Una mala regulación emocional afecta directamente al estado físico, por ejemplo, la tensión arterial se eleva en los estados prolongados de estrés o ansiedad lo cual constituye un factor de riesgo importante para las enfermedades.