Mindfulness, en español “atención plena” o “atención consciente” es mucho más que una simple técnica de relajación o, incluso más que una técnica de meditación. Así, aunque sea cierto que se trata de una práctica de meditación, su objetivo va más allá de parar el pensamiento o dejar la mente en blanco.
Podemos decir que el mindfulness consiste en parar, observar lo que está sucediendo en nuestra mente y, no dejarnos arrastrar por ello, es decir, estar presente en el momento y aceptar lo que ocurre, eso es todo.
El tomar conciencia de las cosas justo en el momento, con total atención y sin juzgarlo parece fácil, pero…
¿Eres capaz de parar tu pensamiento aunque sea siquiera un minuto? ¿Lo quieres intentar en este mismo momento?
Si te limitas a observar este momento que estás viviendo, sin juzgar lo que ocurre, sin intentar cambiarlo lo más mínimo, ya estarás practicando el mindfulness.
Mindfulness consiste en enfocar la atención de forma consciente y deliberada, es decir intencionadamente, en el momento presente, con aceptación de lo que ocurre y sin juzgarlo.
Hasta hace poco tiempo la psicología y la psiquiatría sólo se preocupaban de entender la mente humana enferma, pero pocos estudiosos habían dedicado su tiempo a comprender el funcionamiento de la mente sana.
En la actualidad empezamos también a comprender la necesidad de conservar y potenciar la salud también en ausencia de patología y, la práctica cotidiana del Mindfulness contribuye de una forma manifiesta, corroborada por numerosos estudios científicos, a mantener una mejor calidad de vida y de salud: importante reducción del estrés, aumento de la resistencia a la frustración, mejor rendimiento intelectual, mejor capacidad de memoria, mejor disposición para la creatividad, mejor armonía en las relaciones con otras personas,…
¿Te atreves a entrenar tu atención plena?
Cualquier tarea cotidiana y repetitiva, por ejemplo lavarse los dientes, puede ser una buena forma de entrenarse en la atención plena.
Esas tareas mecánicas y rutinarias que realizamos a diario, nos permiten que las ejecutemos de forma habitual en piloto automático, mientras solucionamos diversos problemas que precisan una atención consciente. Y seguramente te puedes preguntar: ¿Y qué hay de malo en realizar una tarea tan cotidiana e insustancial como lavarte los dientes o sin prestarle atención?
De hecho, no hay nada malo en ello, pero sí que puede servir como entrenamiento en la atención plena. Así, si empiezas a percibir la sensación de la pasta de dientes en tu boca, la presión del cepillo, las diferentes sensaciones del enjuagado, la temperatura del agua, la sensación de frescor,… Todas esas y muchas otras sensaciones que podemos percibir en cualquier acto cotidiano, nos conectan con la experiencia actual en el presente y sirven como ejercicio de entrenamiento.
Otro ejercicio para entrenar la atención plena es dibujar, aunque sean garabatos: enfócate en el papel y el lápiz y empieza a hacer trazos indeterminados, los que te vayan saliendo, sin intención de pintar nada en concreto, sin juzgar si lo que pintas es más o menos bonito o si está mejor o peor realizado. Simplemente está presente en lo que estás dibujando en cada momento, y cuando acabes, puedes romper lo que has hecho para que no tengas la tentación de enjuiciarlo posteriormente.