Al igual que hacemos con la totalidad de las realidades que nos rodean, a las personas también las agrupamos, las etiquetamos, las asignamos características uniformes y acabamos aceptando y creyendo que cada uno de los individuos ha de entrar en algún grupo o categoría.
Uno de estos grupos es el de “los discapacitados” y así, aunque no sepamos nada de un individuo, si lo reconocemos como integrante le aplicamos el conocimiento previo que disponemos de ese grupo.
El problema surge cuando las características que atribuimos a determinados grupos sociales no son ni reales ni positivas, entonces se convierten en prejuicios.
Los prejuicios, además de suponer barreras sociales se traducen en barreras personales, ya que los propios individuos de estos grupos aceptan como cierto estas falsas creencias que les han sido asignadas y se autolimitan, tanto en su desarrollo como en su participación social.
El primer paso para deshacerse de los prejuicios es conocerlos, para después racionalizarlos y finalmente desmontarlos.
“Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”
Albert Einstein
Algunos de los prejuicios más frecuentes que siguen lastrando la plena inclusión de las personas con discapacidad son:
1) Las personas con discapacidad se encuentran enfermas.
Una discapacidad no es una enfermedad.
Aunque en algunos casos quizás si han padecido algunas enfermedades que los han llevado al estado donde están, la discapacidad es una condición, no quiere decir que estén enfermos o que deban curarse de algo.
2) Las personas con discapacidad siempre serán como niños, no pueden ser independientes.
La infantilización es uno de los estereotipos sobre las personas con discapacidad más común.
El pensar que las personas con discapacidad son como niños conlleva un paternalismo y una sobreprotección que dificulta que las personas con discapacidad puedan llevar una vida independiente, autónoma y productiva.
3) Las personas con discapacidad representan un segmento muy pequeño de la población.
Según distintos estudios el 10% de la población tiene algún tipo de discapacidad, es decir, casi cuatro millones de personas con discapacidad viven en España.
Al problema de las discapacidades invisibles se une el hecho de que la presencia de personas con discapacidad en los medios de comunicación es escasa, además de que el tratamiento que reciben aún lleva aparejado muchos prejuicios.
4) Las personas con discapacidad son asexuales o no pueden tener sexo.
Los hombres y mujeres con discapacidad son seres humanos y, por lo tanto, tienen sexualidad ya que esto es una necesidad biológica. Además, las personas con discapacidad pueden disfrutar del amor, expresar su sexualidad y también tener relaciones sexuales si lo desean. No hay limitaciones pre-establecidas. Está claro que no todos los cuerpos funcionan igual ni reciben placer del mismo modo… pero esto no depende de tener discapacidad o no.
5) Las personas con discapacidad desean que desaparezca la discapacidad con la que viven. No pueden ser felices.
Las personas con discapacidad son, ante todo, personas y la discapacidad es sólo una característica más y no lo que las define: reducirlas a su discapacidad es despojarles de valores, conocimientos y experiencias que les convierten en únicos. Al igual que cualquier persona, lo que desean es sentirse valorados, incluidos y reconocidos.
6) Las personas con discapacidad tienen un menor rendimiento laboral o escolar.
La discapacidad es una falta o limitación física o mental que impide o dificulta el desarrollo normal de la actividad de una persona, eso sí, la discapacidad no implica que el sujeto que la tiene no pueda llegar a alcanzar y realizar las mismas actividades.
La discapacidad, siempre y cuando se garanticen que serán atendidas sus necesidades no será ningún problema para que la persona con discapacidad pueda desplegar todo su potencial personal o profesional.
En el siguiente video y, en clave de humor, te invitamos a que descubras parte de los estereotipos que siguen muy presentes en el mundo laboral.
4 comentarios
Gracias
Gracias. Muy Bien¡¡¡
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